La boda de Ángel y Nayeli en Miguel Hidalgo, Ciudad de México

Comienzo a bajar del brazo de mi padre las escaleras y el nudo en la garganta se empieza a hacer aún más grande, una lagrimita cae, pero todo se transforma en una gran sonrisa al sentir la mano de mi amado tomar la mía.

Finalmente casados, comienza el desfile familiar y de amigos para las fotos y entrar al salón, en donde ya estaba listo y puntual el cuarteto de jazz, haciendo ese momento una entrada inolvidable al compás de New York, New York; el salón impecable, las mesas, los centros de mesa luciéndose en cada una y poniendo ese toque especial y fresco en cada una del las mesas; todo acomodado con tal cuidado y detalle para consentir a nuestros invitados.

Llegó la hora de la comida, delicioso menú de tres tiempos que dejó satisfecho el paladar y el estómago de nuestras familias y amigos y que aún siguen recordando y disfrutando porque en realidad estuvo increíble.

Llegó el momento cursi y más lleno de sentimiento y emociones: el brindis, que hablen los novios, que hablen los padres, hermanos y amigos que quieran dedicar algunas palabras a esta pareja que hoy confirman públicamente la unión de sus corazones para caminar juntos de ahora en adelante; para secarse las lágrimas después de tanta emoción, los novios sorprenden a sus invitados con la interpretación de una canción que a dueto inundan de amor y alegría el salón.

Finalmente, llega la hora más dulce: a partir el pastel y a seguir disfrutando la celebración con canto, risas y abrazos.