La boda de Miguel y Pamela en Celaya, Guanajuato
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M&P
27 Oct, 2018La crónica de nuestra boda
El 27 de octubre del 2018 fue un día mágico desde que abrí los ojos en la mañana, me prometí a mi misma que iba a difrutar cada segundo de este dia, todo mundo te dice que la boda se pasa muy rápido así que yo quería acordarme de cada momento aunque fuera el más mínimo.
A mi mamá, mi hermana y a mi nos arreglaron en el cuarto del hotel donde yo me quedé esa noche (mi hermana nos maquilló), todas mis tías (8 para ser claras) y primas, se enteraron del número de mi cuarto, así que por etapas fueron subiendo a visitarnos, cada que entraba una era una experiencia única, las paabras que me decian, los gestos y sentir tanto cariño fue increíble.
En esos momentos yo no sentía ningun tipo de nervio, pero eso sí, cuando me dijeron que mi papá ya habia llegado por mi para irnos, empezó una bola de mariposas en mi estómago y en ese momento me cayó el veinte. Mi papá llegó al cuarto y cuando me vio vestida de novia ya lista para casarme, se soltó a llorar, me abrazo fuertemente y yo sentí un hueco en mi corazón.
Seguir leyendo »Saliento del hotel nos dimos cuenta que el clima no era nada como nos lo habíamos imaginado, eran las 12 de la tarde, el cielo era negro, y no paraba de llover, el lugar en donde sería la misa y la recepción era el mismo, una hacienda con jardín y capilla, que tenía algunas zonas sin techo, yo estaba realmente preocupada y nerviosa.
Llegamos al lugar y Migue ya estaba ahí esperándome para las fotos, yo tenía mil nervios de que me viera ya vestida de novia como lo planeamos tanto tiempo, el momento en el que él volteó y me vio fue mágico, no puedo imaginarme nada mejor que eso.
El encargado del lugar fue muy optimista y me dijo "en cuanto salgas de misa va a salir el sol" y así fue, mi misa terminó y al momento que teniamos que pasar el largo jardín sin techo el clima cambió totalmente, el cielo era azul, y el sol estaba a todo lo que daba, fue una tarde hermosa.
En el momento que nos sentamos en la mesa a comer los dos solos, nos quedamos viendo alrededor, y chocamos las manos porque todas las personas que estaban ahí se veían realmente comodas, felices y eso nos hizo darnos cuenta que valió la pena cada segundo invertido en nuestra boda.
El vals, la liga, los postres, la comida, las flores, todo, fue más que perfecto.
Fuimos los reyes de la fiesta, bailamos, brincamos, cantamos, eramos él y yo, y nada más nos importaba.
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