La boda de Héctor y Deborah en Cuauhtémoc, Ciudad de México
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H&D
01 Abr, 2023La crónica de nuestra boda
Mi boda fue mejor de lo que podría haber pedido. Teníamos un presupuesto bastante ajustado, pues originalmente queríamos que fuera algo muy pequeño, pero tantos amigos nuestros se sumaron para ayudarnos, que logramos que esto creciera, para compartir nuestro amor con muchísima gente que nos quiere. Mis damas de honor fueron mis cómplices en todo… preparamos cada arreglo con amor, tiempo y mucha, pero mucha, paciencia.
Elegimos las flores en el mercado de Jamaica y desde dos días antes del evento ya nos encontrábamos en el lugar, comenzando a armar todo. La sede: Club Hípico La Cañada, muy cerca de los Dinamos. Caballos, aire limpio y un jardín impecable. Desde que era niña soñaba con casarme rodeada de naturaleza… descalza. Y la generosidad de un gran amigo de mi ahora esposo, hizo posible ese sueño al prestarnos su rancho.
A las 2 de la tarde comenzó la ceremonia civil. Mi hijo, nervioso como yo, me llevó de la mano y permaneció a mi lado durante toda la ceremonia. Muy atento a lo que estaba sucediendo. En menos de 20 minutos ya éramos “marido y mujer”. Hubo muchísima alegría. Abrazos, besos, fotografías y buenos deseos. Mi pequeño volvió a tomar mi mano para dirigirme a la ceremonia religiosa en el jardín. Bajo un marco que mis amigas y yo acabábamos de terminar unas horas antes.
Seguir leyendo »Nico y mis sobrinos me abrieron paso, lanzando pétalos. A Héctor lo llevaba del brazo su hija, Alida. Y a mí, saliendo un poco de lo común… mis abuelos. Fue una ceremonia muy breve, pero hermosa y emotiva. Como siempre quise, caminé descalza y sentí cómo me anclaba a la tierra en ese momento tan especial. Éramos mis pies, el pasto y yo. Y luego… él y yo.
Héctor dice que se sintió cobijado por los árboles que bailaban encima de nosotros. Antes de terminar, el Padre preguntó si alguien quería decir algo y mi Nico, valiente, fue el único que quiso hablar. “deseo que le vaya muy bien a mi mamá.” Me quedé unos minutos con él, sentados en el pasto después de la ceremonia, mientras Héctor seguía recibiendo a nuestros invitados. Como muchas personas de nuestro entorno tienen hijitos, decidimos poner un área para ello, sabiendo que también iban a divertirse. Renté inflables; llegaron nanitas y actividades… otro increíble regalo por parte de nuestros amigos.
La fiesta fue maravillosa. La comida fue un buffet mexicano. Con diferentes guisados, pozoles de todos los colores y una barbacoa increíble que nos regaló mi cuñado. Héctor y yo subimos al escenario a dar unos breves agradecimientos y, como no bailo ni en defensa propia, decidí que yo iba a regalarle una “primer canción”. Y así fue. Con la voz temblorosa después de tanto haber llorado de alegría, le canté a mi esposo “Looking through the eyes of love” de la película Castillos de Hielo.
Mi papá y un amigo suyo nos regalaron a la Big Band Jazz de México y canté con ellos un par de canciones. Y bailamos y gozamos a esos músicos tremendos que, sin temor a equivocarme, son de los mejores del país. Cantaron mis amigos, todos músicos también. Bailamos otro rato con la música del DJ y ¡comenzó el karaoke! Hasta Héctor se subió a cantar con sus amigos. A las 12 de la noche, como la Cenicienta, se acabó la fiesta. Pero el sueño no fue un sueño. Era nuestra realidad.
A casi dos semanas de casados aún no puedo creer que nuestro gran día pasara tan rápido. Tan perfecto. La niña que fui se siente muy bendecida.
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