La boda de Germán Eduardo y Martha Angélica en Cuernavaca, Morelos

Después llegamos al cóctel en donde estuvimos poco tiempo pero tuvimos oportunidad de tomar y comer un poco con nuestros seres queridos. Nosotros, sus best men y mis damas, nos salimos antes para tomar algunas fotos juntos antes de nuestra entrada en el salón.

Llegó el momento de entrar y aunque un poco justos de tiempo aún íbamos bien con la agenda. Tomamos nuestras espadas láser y entramos con la marcha imperial de Star Wars, todo el mundo estaba muy feliz y emocionado mientras pasábamos caminando hacia nuestra mesa (hasta el Dj se puso casco de Stormtrooper ja, ja, ja) y claro, antes de sentarnos tuvimos una breve pelea de espadas en donde yo gane wuuu (ya estaba planeado).

Una vez que ya estábamos sentados era momento de los agradecimientos, cosa de la que se encargaron nuestras familias de manera muy bonita. Mientras tocaba el sax, tomamos la cena y pusieron un video sobre nuestra historia, momento que utilicé para tomar un par de tequilas para poder agarrar valor, pues sabía que ya venía la segunda cosa que me ponía nerviosa del día (la primera cosa era caminar hacia el altar) el primer baile de esposos. Estaba nerviosa, ya que aparte de tener un poco de pánico escénico, también era complicado manejar un vestido tan amplio (aunque hermoso). Por suerte todo salió de maravilla (no nos caimos, wuuuu) y después de nuestros baile y los de los familiares, abrimos la pista, la cual se llenó en un abrir y cerrar de ojos.

A partir de ese momento ya me pude relajar mucho más y comencé a disfrutar al máximo, fuimos por un helado, esquites, por fotos a la cabina, bailamos mucho, nos divertimos con los cabezones (de Daddy Yankee, Luis Miguel y el Escorpión Dorado ja, ja, ja), tocamos los tambores de agua, etc. Nos la pasamos increíble y también todos nuestros invitados, pues nunca se vació la pista ni por un momento. Al momento de la víbora de la mar, todas las chicas se pusieron super locas y casi me tiran ja, ja, ja (creo que les di mucho tequila). Después aventé el ramo y me quitó la liga (lo cual hizo de forma muy sexy je, je, je).

Casi al final de la fiesta, llegaron los mariachis y aprovechamos ese momento para por fin descansar en nuestra mesa y comer el pastel, donas y chilaquiles, ¡fue demasiada comida! Y yo con mi corset ya no tenía más espacio ja, ja, ja, pero con ayuda de mi esposo pude terminar todo.

Fue un día muy feliz y en general nos la pasamos muy bonito, además de que seguimos un poco la convivencia al día siguiente con una albercada con hamburguesas y cervezas. Algo que destacar es que todo pasa mucho más rápido de lo que uno se imagina, por lo que hay que disfrutar cada momento desde que comienzas con la preparación de todo.