La boda de Sara y Cruz en Playa del Carmen, Quintana Roo

Ya en mi cuarto y maquillada llegó la mujer que me dio la vida, y en ese momento las lágrimas se nos salieron a las dos; emoción, ternura, alegría. Ella me ayudó a ponerme el vestido y me abrazó fuertemente, mientras en mi mente yo recordaba todos sus consejos de amor y paciencia con los que me educó y con los que me enseñó también que un matrimonio debe ser ante todo la muestra más hermosa de paciencia, comunicación y fidelidad que con la bendición de Dios llegará a transformarse luego en un amor que dé frutos abundantes.

Llegó también mi mejor amiga Sasha y el fotógrafo, después de unas cuantas tomas, nos dirigimos directo a la capilla. Al llegar no pude ver nada más que a mi hombre ya listo para nuestra unión, sonriente, nervioso, pero enamorado tanto como yo. Nos sonreímos y nos besamos, es indescriptible la emoción de verme con mi vestido y verlo preparado con su traje.

La misa hermosa, mis amigas preciosas al pendiente siempre y dispuestas, toda nuestra familia y amigos juntos en un lugar tan hermoso y nuestro matrimonio como motivo de esta reunión.

Finalmente sentir la bendición de Dios y nuestras manos adornadas de un nuevo anillo que representaba nuestro amor y nuestra promesa de fidelidad para con el otro, fue lo más hermoso que he sentido en mi vida, luego nuestra celebración fue la cereza del pastel. Todo delicioso, música, bebida, comida, alegría, baile, sonrisas, excelentes deseos volando por todo el lugar. Simplemente inolvidable.

Ha sido definitivamente el momento más hermoso de nuestras vidas. Somos felices y estamos llenos de amor para compartir una larga vida juntos.