La boda de Alejandro y Valeria en Gustavo A. Madero, Ciudad de México
De noche Verano Blanco 1 profesionales
A&V
09 Sep, 2017La crónica de nuestra boda
Cómo olvidar ese día. Cada vez que lo revivo en mi mente y en la intimidad de mi matrimonio, mi corazón vuelve a vibrar de la emoción. Para empezar, mi esposo y yo realizamos nuestra boda con mucho esfuerzo, pero, sobre todo con mucho amor. Antes de pensar en realizar nuestra boda, estábamos renuentes, sobre todo él, ya que pensábamos en el dinero, en los juicios que hace la familia más cercana, y en la fiesta que empezábamos a planear para cumplir las expectativas de otros. La presión social era fuerte, habían sugerencias obligatorias sobre la iglesia, el vestido, el salón, la comida y hasta el color de mis zapatos, sin embargo, mi esposo y yo decidimos considerar a la familia para ciertas cosas, pero no para todo. Luchábamos por nuestra autonomía y con la firmeza de nuestras decisiones demandamos respeto. Hubieron muchos movimientos internos, el proceso de nuestra boda nos rebasó emocionalmente y estuvo bien, sobre todo, por el aprendizaje que este oleaje de altas y bajas trajo consigo. No fue fácil, pero, desde el amor aprendimos y nos fortalecimos.
Seguir leyendo »Por fin había llegado el día, me levanté temprano para acomodar las flores y empezar a hacer los ramos, el tocado, la corona y el boutonniere que con ayuda de mi mamá terminaríamos pronto, ella me pasaba las flores y yo las iba acomodando. Horas antes de la ceremonia, nuestro noviazgo pasó por mi mente en cámara lenta, desde el miedo que me trajo presentarlo a la familia, sobre todo a mi papá, hasta el éxtasis que me provocó él, con su canción desafinada el día que me propuso matrimonio.
Traíamos mucho estrés y una no conocida tensión que desapareció el día que caminé hacia el altar mientras él anhelaba mi llegada y mi padre lloraba mi partida. Mis pasos iban firmes y mis ojos admiraban el momento, el coro se asemejaba al canto celestial de los ángeles y era inevitable no llorar; la basílica se revestía bella, inmensa y profunda, tenía un mítico aire encantador. Mientras decía “yo Valeria, acepto… mi mirada profunda y quieta penetraba sobre su corazón, intentaba hablar y que mis palabras resonaran en su alma, pensé que lo conseguí cuando vi sus ojos a punto de estallar. Inclusive puedo asegurar que los presentes también se conmovieron con nuestra unión. Podía verlo a él tan encantador, tan él, decía sus votos como si estuviera declamando poesía. En algunos momentos adornaba lo que el sacerdote le susurraba con palabras, pues él improvisaba y añadía palabras impulsadas por su corazón. Todo fluía casi de manera perfecta y no porque todo saliera bien, sino, porque el amor fue más grande que el error; de los nervios olvidamos protocolos religiosos, sin embargo, nunca olvidamos ser nosotros; olvidamos cuándo hincarnos y cuándo levantarnos, pero, nunca cuándo besarnos. Es más, durante la ceremonia religiosa nos dábamos besitos discretos, aunque no tan discretos, porque al final el padre olvidó decir, “puede besar a la novia”.
Salimos extasiados, el temblor en las manos había pasado, nuestra familia y amigos estaban emocionados y compartiendo el mismo amor que inundaba por completa la Basílica. Entre abrazos y el cariño mostrado por todos, el boutonniere de mi esposo y mi tocado se nos aplastaban y maltrataban, sin embargo, nosotros estábamos enamorados, felices, llenos de alegría y amor porque lo que alguna vez soñamos ese día lo estábamos viviendo en una hermosa realidad.
Después de tanto abrazo y regocije, nos dirigimos a la Ex Hacienda La Patera, lugar donde fue nuestra fiesta. Íbamos juntos, tomados de la mano ahora si como esposos, el frenesí era indescriptible, tan espectacular que olvidamos el enojo de la tarde anterior, cuando en la ex hacienda la patera, tuvimos un percance al darnos cuenta que nuestros recuerdos no estaban completos, habían tomado una maceta de las que teníamos contempladas como recuerdos para nuestros invitados. Para ser honesta fue el único detalle incómodo porque desde que entramos al lugar, el capitán, los meseros y el DJ, nunca nos dejaron de tratar como las estrellas de esa noche.
Iniciamos con una entrada segura, nada que ver con la locura que habíamos planeado y practicado días antes. Dimos una vuelta por toda la pista, saludamos hasta que el DJ indicó nuestro primer baile como esposos. Él me tomó de la cintura, podía sentir su mano temblorosa por la excitación del momento. Yo lo tranquilicé al unir mi frente con la suya, fue un momento hermoso, las luces, el humo y un suave “te amaré por mil años” nos acompañaba, realmente se podía percibir la miel sobre la pista. Al concluir nuestro baile continuamos con una sesión fotográfica, realmente todos estaban emocionados por pasar.
Había llegado la hora de la cena, aunque íbamos retrasados en tiempo, pues nosotros y nuestros invitados moríamos de hambre, posiblemente eso influyó para que la cena supiera deliciosa, pues desde la crema hasta el pastel disfrutamos, bueno ellos, porque nosotros no pudimos cenar debido al regalo que nos hicieron mis papás, un grupo musical de bohemia entró por la puerta y nos cantó literal una bella serenata. Era incómodo comer mientras ellos dedicaban sus canciones a nuestra unión, nos cantaban y miraban con cariño, pues ellos han sido co-partícipes de muchas de mis fiestas anteriores, me conocieron desde que tenía cinco, hasta mi edad actual, 24 años.
Yo me sentía nerviosa, pues la hora para presentar mi baile sorpresa se acercaba. Tenía miedo que las cosas no salieran como lo esperaba y que se diera cuenta mi esposo que bailaría y con ello se rompiese la emoción de la sorpresa. Nos pasaron al frente, dijimos algunas palabras de agradecimiento, brindamos y rompimos las copas al final. Fue chistoso porque nunca contemplé que el cristal se rompería sobre la pista en donde yo bailaría descalza minutos después.
En ese momento, el DJ dijo: “Bueno, ahora viene la sorpresa de la novia”, para esto, segundos antes, yo ya lo había dejado solo, diciéndole que no aguantaba las ganas de hacer pipí y que tenía que ir corriendo al baño, mientras él sacado de onda e inconforme se quedó arriba de la pista. Me apuré para salir a escena, sin embargo, demoré un poco al ponerme la corona y el collar de flores que honraba la tradición hawaiiana, por lo que mi esposo tuvo que hacer el ridículo frente a todos para entretener a los invitados. El DJ hizo que pasaran a la pista a cuatro de sus mejores amigos para que lo apoyaran en un baile “sexy”, todo eso hasta que salí. Me hubiera encantado verlo en vivo, pues mientras me cambiaba escuchaba los gritos y el bullicio de todos.
Finalmente salí, pensaba que me temblarían las piernas, pero no fue así; tenía miedo de caerme, pero tampoco sucedió, fue bello porque mientras bailaba lo veía y le dedicaba la canción con mi cuerpo, mi alma y mi espíritu. Los invitados estaban maravillados, me daba ánimos mirar que todos estaban disfrutando el momento, en especial él. Como lo marca la tradición hawaiana movía mis caderas al ritmo de la cancion, baile por toda la pista y cada movimiento decía: “te amo hasta la eternidad”. Cuando terminé mi baile me acerqué a él, lo besé tiernamente, y mientras lo hacía ponía en su cuello el collar de flores. Cada detalle llenó de miel a todos, pudimos transmitir nuestro amor, y todos nuestros invitados pudieron transmitirnos que nuestra felicidad era su felicidad.
La noche se nos hizo eterna, no como todos nos habían dicho que pasaría volando. Sin embargo, disfrutamos todo, desde los errores hasta los aciertos, fue chistoso porque en el salón de a lado había otra boda y el novio se llamaba como mi esposo, Alejandro, así que algunos invitados de ellos se confundieron, pero todo se solucionó rápidamente. Fue importante disfrutarnos a nosotros, así como fue importante hacerlo sin descuidar a nuestros invitados.
Hoy por hoy ya no estamos renuentes con la boda, sobre todo con la fiesta, pues, al final dentro de nuestras reflexiones consideramos a nuestra boda como un evento que nos hizo experimentar emociones que todo hombre y toda mujer necesitan experimentar, porque son emociones que te hacen sentir de manera vívida el amor, y sobretodo la promesa de vivirlo todos los días. Ya estando en el hotel, lo demás, “fue nuestro secreto”, para escaparnos a nuestra luna de miel.
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